Recuerdo mis años de estudiante en los que muchos profesores y profesoras parecían llevarnos de la manita. Durante las clases nos enseñaban todo lo que teníamos que estudiar para los exámenes, nos escribían esquemas con resúmenes en la pizarra para que lo tuviésemos todo clarito, a veces hasta nos dictaban los apuntes para que no nos perdiéramos.
Mirando hacia atrás pienso: nos presentaban los contenidos machacados y requetemachacados ¿para que no nos perdiésemos?, ¿es que no confiaban en nuestras capacidades?…
Claro que podíamos trabajar nosotros solitos todos aquellos conocimientos. Sin embargo a veces aparecía el desconocimiento de otras formas de enseñar y aprender.
¿Cómo hemos cambiado…?
El dictado y la copia, poco a poco, los hemos dejado para quienes se inician en la escritura, aquellos que aprenden la gramática de un nuevo idioma… Nuestras aulas se llenan de alumnos y alumnas que no están dispuestos a pasar horas copiando dictados o esquemas presentados, uno tras otros, en una pizarra o diapositiva.
Nuestros alumnos traen consigo nuevas formas de aprender, conocimientos y competencias que los hacen únicos y hemos de aprovecharlo. ¿Cuántos de ellos saben navegar en la red para buscar información? ¿cuántos son capaces de establecer relaciones con otras personas siguiéndolas, captando seguidores o haciendo amistades? ¿cuántos conocen alguna red social?
Creo que nuestra respuesta podría ser “casi todos y todas”. Entonces, ¿por qué no utilizarlo en nuestra aula? Sea el aula en la que nos vemos todos los días a las 9 de la mañana, nos hablamos cara a cara e incluso nos tocamos, o aquella en la que no hay una hora fija para vernos, en la que a veces es muy complicado coincidir para mantener una comunicación simultánea y todo nos llega mediante correos, mensajes o foros.
Todos hemos cambiado y la tecnología ha propiciado que dejemos la tarea individual y busquemos oportunidades en las que todos podamos comunicarnos, interactuar, colaborar, cooperar… mientras aprendemos.
¿Cómo aprendemos…?
El aprendizaje abre fronteras y nos envuelve a todos, en cualquier momento y lugar, a través de diversidad de recursos, medios y formatos, en aulas virtuales o tradicionales, en enseñanzas formales o no… Entramos en la era del conectivismo en la que el establecimiento de relaciones; el momento en el que aprender durante nuestra vida; la búsqueda, análisis y la capacidad para decidir si una información es valiosa para nosotros; la actualización; la habilidad de ver la relación entre informaciones y conceptos; la capacidad de tomar de decisiones… son elementos imprescindibles al aprender.
Esto es difícil hacerlo solos, se hace necesario crear vínculos, establecer relaciones con otras personas que también tienen ganas de aprender y crear espacios en los que, entre todos, podamos aprender. Ese es el potencial de la tecnología, crear espacios en los que poder coincidir, compartir, dar y tomar conocimiento… saciarnos, alimentarnos pero también nutrir nuestras redes o entornos personales de aprendizaje.
El aprendizaje ya no es un acto fácilmente observable durante su desarrollo, como lo era antes en el aula tradicional. Se convierte en un proceso invisible que ha de ser mirado con otros ojos, que tiene en cuenta la tecnología y la formación formal, no formal e informal porque el aprendizaje no está relegado a una etapa de nuestra vida, es un continuum que fomenta el «do it yourself» (hágalo usted mismo) y que nos presenta nuevas formas de aprender haciendo uso de la creatividad, innovación, trabajo colaborativo… e incluye gran número de competencias, habilidades y conocimientos.
En definitiva, cambiamos nosotros, cambian nuestros conocimientos, destrezas, habilidades y capacidades y si todo ello lo metemos en una batidora y mezclamos unas dosis de tecnología, algunas redes sociales, un par de herramientas web y aderezamos con un poco de rebeldía, ganas de cooperar y compartir, creatividad, innovación… el resultado puede ser un gran aprendizaje…