Como dice el título, vamos a darle la vuelta a la entrada de hoy. Comencemos con el cierre y cerremos con el inicio.

Recuerda…

En el aula todos aprendemos y, además es importante que disfrutemos durante el proceso. La entrada de las TIC en la formación ha demandado que docentes y alumnos desarrollemos nuevas capacidades y competencias relacionadas con la búsqueda de información, el análisis de ésta y la selección de aquello que es realmente importante.

Hemos de potenciar la motivación, autonomía, participación e implicación del alumnado en la formación, posibilitándole seguir su propio ritmo de aprendizaje, atendiendo a sus capacidades y competencias y personalizando el aprendizaje.

Los tiempos cambian (y los docentes con ellos)…

Muchas veces, cuando estamos en plena programación de nuestros cursos, diseñando materiales y actividades, temporalizando cada sesión de clase… pensamos: ¿realmente me dará tiempo de ver todos los contenidos que presenta el currículo publicado en el BOE? ¿hasta qué punto profundizaré en los contenidos teóricos y prácticos? ¿habrá tiempo de realizar en el aula todas las actividades o mis alumnos necesitarán trabajarlas en casa? Supongo que si impartes docencia, alguna de estas preguntas te resultarán familiares.

Decimos que la educación del siglo XXI ha experimentado muchos cambios y uno de los más notables es que el papel que tradicionalmente desempeñaban docente y alumnado ha cambiado. Se ha pasado de un escenario en el que el docente (protagonista) actuaba como transmisor de unos contenidos que el alumnado debía asimilar, haciendo en el aula alguna tarea y recalcándolos con la realización de más tareas fuera del aula, consolidando así lo aprendido de forma presencial; a un nuevo contexto en el que el soporte tecnológico es importantísimo.

Además, la cantidad de deberes que los alumnos se llevan a casa, la dificultad que éstos tienen para resolver dudas inmediatamente al repasar lo trabajado en clase, el trabajo individualizado… son algunas de las razones por las que surgen nuevos modelos cuya pretensión es darle la vuelta a nuestras clases.

Invirtamos las clases, flipemos en el aula

El Flipped Classroom o, traducido al español, la clase invertida o clase del revés, es un modelo pedagógico centrado en el alumnado que saca del aula tareas que ejercitan áreas cognitivas sencillas (conocimiento, comprensión y aplicación) para llevarlas a casa (o a cualquier otro lugar fuera del aula), dedicando el tiempo de clase para explotar al máximo el proceso de aprendizaje.

Podríamos decir que el flipped classroom pasa por dos momentos. El primero se desarrolla fuera del aula, cuando se presenta al alumnado el contenido a estudiar a través de materiales didácticos audiovisuales (vídeos cortos, infografías, mapas conceptuales, podcast…) que verá o escuchará y realizará alguna tarea sencilla como es responder preguntas o hacer comentarios. Una vez trabajados los contenidos, llega el segundo momento en el aula. En este nuevo contexto, interactuando con el docente y los compañeros y compañeras, el alumno resuelve dudas y realiza todo tipo de actividades prácticas que le permiten desarrollar tareas cognitivas más complejas como analizar, sintetizar, evaluar y crear nuevos contenidos a partir de lo trabajado en casa, siempre de forma colaborativa.

 

Comparativa método tradicional y Flipped Classroom

Elaboración propia – Marga Báez

Esta forma de trabajar demanda en el docente la preparación del contenido y materiales mucho antes de verlos en clase, poniendo de manifiesto el desarrollo de competencias tecnológicas que le permitan seleccionar contenidos o recursos ya creados por otras personas y que sean útiles, o crearlos utilizando herramientas ofimáticas, interactivas o dispositivos móviles.

El principal formato utilizado en el flipped classroom es el vídeo interactivo. En éste inserta preguntas o comentarios que han de hacer reflexionar al alumnado cuando lo vea en casa. Los resultados de estas tareas previas son monitorizados y revisados por el docente, con lo que, antes de llegar a la sesión presencial, conoce qué ha comprendido cada alumno y en qué conocimientos hay errores o lagunas.

Una vez en el aula, el tutor, a través de nuevas y más complejas actividades, puede valorar conocimientos adquiridos fuera del aula; explicar nuevos contenidos o responder a las dudas; plantear actividades de forma colaborativa en pequeños grupos para resolver un problema o realizar una investigación; discutir en gran grupo los trabajos hechos en pequeño grupo, presentando nuevos contenidos, ideas resolutivas…; plantear actividades sobre los contenidos más complejos, etc.

La necesidad…

Como siempre, las ideas surgen para satisfacer necesidades. En este caso, la necesidad la encontraron dos docentes de química, Jonathan Bergmann y Aaron Sams, en Woodland Park High School, Colorado.

Partiendo de las faltas de asistencia de algunos de sus alumnos a clase, comenzaron a grabar y distribuir vídeos de las sesiones presenciales para ayudarles y que no quedaran rezagados respecto al resto de sus compañeros. La experiencia les hizo darse cuenta que esta forma de trabajar les permitía centrarse en las necesidades individuales de aprendizaje que presentaba cada alumno y de ahí viene el término flipped classroom.

Un consejo, si quieres probar e intentar flipar tus clases, hazlo poco a poco, no te vuelvas loco. Puedes investigar más sobre el modelo de Flipped Classroom a través de estas dos webs de referencia: theflippedclassroom y flippedlearning.